clamor de los hijos y las hijas de Colombia
ENFRENTANDO LAS HERIDAS DE LA GUERRA
Bogota, Colombia. 17 de marzo de 2017.
La discapacidad enciende la llama por la paz
A más de 50 años del levantamiento de aguerridos compatriotas, quienes hastiados de la persecución, de la desigualdad y de la negación de su valor humano, comocombatientes de una causa justa, definieron como derrotero que ni ayer, hi hoy ni nunca estarán dispuestos a ser doblegados en sus aspiraciones de libertad, justicia social y soberanía popular, me refiero a los valerosos campesinos y campesinas, negritudes, indígenas y pueblo en general, que en todo el país han sido militantes y defensores de una nueva patria, de la inconmensurable Colombia democrática y en paz.
Ideales de lucha que también fueron plasmados en el programa de Cimacota y en la convicción irrevocable de los héroes marquetalíanos y todas sus generaciones posteriores, entre otas expresiones del pueblo, sin embargo, a merced de los intrincados caminos del alzamiento armado, la lucha fue implicando inocentes, fueron sumándose nuevos actores y se fue desvaneciendo la certeza de conquistar reivindicaciones por medio de las armas, panorama tal, que trastocó los ideales de lucha y diluyó las convicciones éticas revolucionarias en el mar de la degradación humana, en el mar de la degradación del conflicto.
Hoy el clamor general, pide a gritos emprender nuevos caminos, volvernos a mirar, volvernos a escuchar, volvernos a sentir, reconocer en el otro la misma esencia de humanidad para avanzar en el arduo, saboteado e inexorable camino de la reconciliación nacional y la construcción de la paz con justicia social.
Para emprender este camino, el pueblo colombiano necesita saber la verdad, en especial las de las víctimas, saber los factores estructurales desencadenantes del conflicto y las actuales posibilidades de hacer de la negociación un estado de cosas permanente, una construccion colectiva que trascienda en el tiempo.
Por tanto, es imperativo que todos y cada uno de los actores implicados en la confrontación armada, reconozcan sus errores y de cara a la sociedad civil y a los demás actores armados, manifiesten el irrenunciable compromiso de resarcir tanto daño, tanta humillación, tantos horrores de la guerra y tanto dolor producido a los menos directos implicados pero los más directos afectados, nosotros y nosotras, la sociedad civil.
No es suficiente conocer los dolorosos e infames cauces históricos por los que ha transitado Colombia, no es suficiente con saber que el 6 de diciembre de 1928 las huestes asesinas del presidente Miguel Abadía Méndez, títere de la united fruit company, en compañía de las elites castrenses, representadas por el general Cortes Vargas, masacraron a un número indeterminado de trabajadores de las bananeras.
No es suficiente con saber que la violencia de hoy, es el reflejo de la formación temprana de profundas filiaciones partidistas, antes de la consolidación de una identidad nacional.
No es suficiente con saber que los ataques revanchistas de los liberales después del triunfo de enrique Olaya herrera en las elecciones presidenciales de 1930, sembraron la semilla del odio en los proclives corazones guerreristas de los falangistas criollos, que como nunca antes, incentivó la sed de venganza, la sed por la sangre liberal, catapulta de la nueva espiral de mutuas afrentas de militantes de sendos partidos.
No es suficiente con saber que los esbirros del país político, esparcieron la sevicia y la depravación mental, observada en la anulación total del respeto a la vida y la dignidad humanas, en todos los rincones de la patria, haciéndose llamar de diferentes formas, pájaros en el valle, chulavitas en la región cundiboyacense, en suma, escuadrones de la muerte que llevaron al borde del colapso a la nación Colombiana, por no ser garante del derecho más fundamental de los derechos fundamentales, el derecho a la vida, por ello es necesario comprender para transformar.
Nación de colosales riquezas, que como si de la inocencia de un niño se tratase, se enredó en los mezquinos intereses y en las manipulaciones llenas de ponzoña y rencor, emanadas de la casa blanca y sus agencias de inteligencia, radicalizado panorama internacional al que Colombia siguió el juego y del cual salió severamente afectada.
¡Oh Colombia de la sempiterna patria boba! Tu que has tenido que soportar los embates de los señores de la cocaína, tu que has tenido que cargar en tu consciencia la infamia y la atrocidad de los demonios de motosierra, tu que has sufrido al parir hombres y mujeres para la libertad y has sufrido de nuevo al ver a tus hijos y tus hijas en la inconmensurable infinitud de tus selvas, llanuras y montañas, con desalmados grilletes y pesadas cadenas por años, lustros y hasta décadas.
Paradójica patria, que has tenido que presenciar en quienes delegaste tu potestad para salvaguardarte y quienes han jurado defender los intereses de la mayoría, como han traicionado tu confianza, se han vuelto contra quienes dicen defender, y en claro abuso del poder otorgado, han perdido la credibilidad y la legitimidad, como irrefutable resultado de la ignominia de sus ataques sobre un pueblo indefenso.
Colombia, tu que has sido mancillada con la inenarrable crueldad de la expresión de las armas, por la desquiciada carrera de los violentos contra sus enemigos, por quienes saquean tus entrañas, por la arrodillada oligarquía nacional, que considera a tu pueblo como el peor peligro y reprime a sangre y fuego cualquier manifestación que demande la utópica justicia social.
Colombia, aciago devenir que te convirtió en materia nauseabunda de la historia, es momento que curemos tus heridas y que agenciemos las transformaciones postergadas por años y años, para hacer de ti, el país que soñamos, equitativo y respetuoso de la diversidad humana.
Con el convencimiento de que las personas con discapacidad, somos semillas de paz, ejemplo destacable de resiliencia y admirable testimonio de amor a la vida, nos unimos a este viaje, seguros de que llegaremos a puerto, rebosantes de felicidad y valentía, porque presenciaremos el resplandecer de la hermandad y la justicia en la abnegada nación colombiana.
DISCAPAZIDAD SE ESCRIBE CON paz, DIGNIDAD Y JUSTICIA SOCIAL.
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